Cartas del Pasado: la damajuana del Capitán James Cook

Vicente Mastandrea, sumido en sus pensamientos, caminaba por la orilla de la playa de la ciudad balneario cuando tropezó con una damajuana de diez litros, sellada, llena de papeles. Al abrirla, se sorprendió al descubrir que muchos de los escritos estaban en tres idiomas distintos: griego, latín y, notablemente, en árabe hispánico. Este último le resultaba parcialmente familiar a Vicente, dado que era el idioma hablado en Al Ándalus, la región árabe que se extendía por la península ibérica. La damajuana contenía papeles en excelente estado, aparentemente redactados por el Capitán James Cook.

Entre lo que Vicente logró traducir, encontró una carta escrita en árabe hispánico que logró transcribir:

"Oh, querida mía. 'No sabes lo que he sufrido', me dijo. En los avatares del amor, todos hemos padecido. De formas diversas, con desenlaces variados, algunos aún inconclusos, pero estoy seguro de que uno de los dos siempre piensa en el otro.

Las locuras del amor, la mayoría de las veces, surgen en la más completa ceguera o, lo que es aún peor, en la lucidez total. En la ceguera, nuestra atención se centra enteramente en la otra persona. Ella nos deslumbra, nos emociona y, lo más insidioso, nos hace sentir felices. Pero cuando esto ocurre en plena lucidez, elaboramos minuciosos cronogramas de acciones, especificando cómo, dónde y cuándo debemos llevar a cabo nuestras tareas. Nos convertimos en algo así como capitanes de barco, y la infelicidad se aproxima si ya no estamos simplemente disfrutando de un café en el sillón.

Todos sufrimos. Todos experimentamos la felicidad (aunque sea en pequeñas dosis). Quizás el error radica en pensar que cualquiera de estos estados es permanente. Podemos hablar de física, matemáticas, naturaleza o mecánica ligera, pero nada es eterno, nada es absoluto. Es en ese instante en que la felicidad se ve atormentada por la ilusión de permanencia e inalterabilidad.

Nada se destruye, todo se transforma. Y esa transformación ocurre únicamente dentro de nosotros. Aunque, a veces, ni siquiera eso."

Vicente salió corriendo hacia la Cantina del Roberto FC, donde se encontraba Mr. Johnson, el poeta. Entre copas, tazas, barriles de vino, una baraja de cartas y hasta el esqueleto de un loro, Johnson no podía creer lo que le llevaban para leer. Sin embargo, al percatarse de que no sabían griego ni latín, las traducciones se harían esperar, pero seguro que eventualmente aparecerán en algún rincón, en algún lugar y en algún momento.

Ese tiempo que todo lo transforma y lo destruye a la vez.