Cerdos y Filósofos: ¿Realmente vale la pena pensar?
Introducción
El utilitarismo de John Stuart Mill ha sido objeto de diversas interpretaciones y críticas a lo largo del tiempo, especialmente por su enfoque en el hedonismo como fundamento de la moral. A diferencia de su predecesor Jeremy Bentham, Mill introduce importantes matices a la teoría utilitarista, particularmente en la distinción entre placeres superiores e inferiores. Esta concepción cualitativa del placer es el centro de su respuesta a quienes lo acusan de promover una ética basada en la mera búsqueda del placer, similar a la de los animales. Su famosa frase, "Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho", captura la esencia de su defensa del intelecto y la moralidad como formas superiores de placer, las cuales deben ser priorizadas en la búsqueda de la felicidad. A través de este análisis, profundizaremos en las diferencias claves que Mill establece entre los placeres, su relevancia en el utilitarismo y las críticas que ha recibido su concepción hedonista.
Desarrollo
El párrafo que escribe Mill es:
"Es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho. Y si el necio o el cerdo opinan de un modo distinto es a causa de que ellos sólo conocen una cara de la cuestión. El otro miembro de la comparación conoce ambas caras."
Para empezar señalaremos las pretensiones de Mill: en primer lugar, su intención es la de reformular la teoría utilitarista de Bentham, la cual tiene sus cimientos en el hedonismo epicúreo. En segundo lugar, responder a las críticas que ciertos filósofos modernos le realizan al utilitarismo por centrarse en el Principio de Mayor Felicidad, el cuál se identifica con el hedonismo.
Mill, al igual que Jeremy Bentham, sostiene que el bien moral consiste en maximizar la felicidad y minimizar el dolor, principios fundamentales del hedonismo y del utilitarismo. Sin embargo, Mill introduce algunos matices que diferencian su teoría respecto a la de Bentham: mientras este último veía los placeres como homogéneos y únicamente cuantificables, Mill distingue entre placeres superiores e inferiores, priorizando aquellos que involucran las facultades más elevadas del ser humano, como el intelecto y la moral. De esta manera, se distancia de una visión simplista del hedonismo, que algunos filósofos calificaban como "una moral digna de puercos" (2007, p.50), al subrayar que la calidad de los placeres, no solo su cantidad, es fundamental para el Principio de Mayor Felicidad.
La acusación a la cuál responde aquí Mill, implica que los seres humanos no podían aspirar a más placeres que los experimentados por los animales, lo cual, si fuese cierto, eliminaría el reproche, pues la misma regla de vida sería aplicable tanto a seres humanos como a animales. No obstante, lo que el autor entiende que es la diferencia entre lo que dicen los opositores y lo que él entiende por placer radica en que los placeres de un animal no satisfacen la concepción de felicidad de un ser humano dado que los seres humanos poseen facultades como la razón y los sentimientos morales:
"Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades" (2007, p. 51).
Aunque Mill reconoce que los epicúreos no han derivado su teoría de manera irreprochable, muestra que incluso ellos asignan un valor superior a los placeres del intelecto y de los sentimientos, lo que refuerza la idea de que no todos los placeres son iguales en calidad: sostiene que algunos placeres son intrínsecamente superiores a otros, no por su intensidad o duración, sino por su calidad, introduciendo un criterio que prioriza los placeres intelectuales y morales sobre los meramente físicos (2007, p.p 50-51).
Si bien menciona esta diferencia entre placeres, no define específicamente cómo entiende lo superior o lo inferior per sé, sino que realiza un criterio para poder elegir cuál es el placer superior teniendo en consideración el Principio de Mayor Felicidad:
"De entre dos placeres, si hay uno al que todos, o casi todos los que han experimentado ambos, conceden una decidida preferencia, independientemente de todo sentimiento de obligación moral para preferirlo, ése es el placer más deseable. Si aquellos que están familiarizados con ambos colocan a uno de los dos tan por encima del otro que lo prefieren, aun sabiendo que va acompañado de mayor cantidad de molestias, y no lo cambiarían por cantidad alguna que pudieran experimentar del otro placer" (2007, p. 50).
Lo que intenta explicar aquí es que si se comparan dos placeres para saber cuál es más valioso y hay dos sujetos que habiendo experimentado ambos se vuelcan por uno y no lo cambiarían por el otro bajo ninguna circunstancia, éste es el placer que debe ser más apreciado. Incluso, sostiene que en lugar de seguir ciegamente los impulsos o el contento inmediato -aquí distingue felicidad de contento, esta segunda es cualidad de las bestias-, algunas personas optan por un sentido superior de libertad, poder o independencia, y tal elección es vista como una expresión de sus facultades más elevadas (2007, p. 54), y que el hombre prudente -aquí reconoce que hay distinto carácteres entre los hombres-, conociendo entre los dos placeres cuál es el mejor, jamás elegiría aquel que es inferior.
"Lo cual nos recuerda una vez más que la buena vida no puede venir marcada por la opinión de las mayorías, sino cuando estas son debidamente ilustradas y sensibilizadas para distinguir los placeres superiores. Frente al aristotelismo de algunos autores comunitaristas, Mill es platónico en alguna medida no fiándose de la opinión común sino de la de filósofos o jueces imparciales." (2000, p 108)
La concepción hedonista de Mill no se limita a la cantidad de placer, sino que pone su atención en la calidad del mismo. Ser un ser humano insatisfecho es preferible, en su visión, a ser un animal o una persona necia (podríamos decir ignorante) satisfecha, porque los placeres del intelecto y la moralidad son intrínsecamente más valiosos que los placeres puramente sensoriales. Este es el núcleo de la reforma que Mill hace al utilitarismo tradicional, agregando una dimensión cualitativa a la experiencia del placer.
Nos parece interesante ahora problematizar cómo elegir el placer que atribuye más felicidad, ya que el mismo Mill se lo pregunta: "¿Qué medio hay para determinar cuál es el más agudo de dos dolores, o la más intensa de dos sensaciones placenteras, excepto el sufragio universal de aquellos que están familiarizados con ambos?" (2007, p.p. 56-57). Es decir, ¿cómo saber cuál es el placer más deseable y cuáles son los dolores que deben evitarse? Aunque los placeres derivados de las facultades superiores son más valiosos, esta preferencia no es estrictamente necesaria para aceptar el principio utilitarista en general (2007, p.57).
Mill plantea que el utilitarismo se enfoca en maximizar la mayor cantidad total de felicidad y no necesariamente la felicidad individual de la propia persona, lo que refleja uno de los principios esenciales del utilitarismo; el bienestar colectivo, la mayor felicidad posible para el mayor número de personas: "Si puede haber alguna posible duda acerca de que una persona noble pueda ser más feliz a causa de su nobleza, lo que sí no puede dudarse es de que hace más felices a los demás y que el mundo en general gana inmensamente con ello" (2007, p. 57).
Entonces, de esta manera el utilitarismo sólo podría lograr su cometido en caso de que se fomente el cultivo de la nobleza, ya que supone que aumenta la felicidad del sujeto noble y de los demás por su conformidad con el Principio de Mayor Felicidad.
Pero se puede presentar algunos problemas más a cómo entiende Mill el principio hedonista y utilitarista: los que objetan a John Stuart Mill lo han acusado de incurrir en la falacia naturalista, una crítica que fue apadrinada por G. E. Moore en 1903, señalando que Mill parece derivar un juicio de valor sobre lo que es deseable a partir de lo que es simplemente deseado. Según él y los continuadores de esa crítica, lo deseado por un individuo no puede ser considerado deseable en un sentido moral o colectivo. Es decir, el hecho de que una mayoría de individuos desee algo no significa necesariamente que ese algo sea deseable o moralmente correcto, ya que, entendido de esa forma, la naturaleza humana está condicionada por intereses egoístas que no consideran el bienestar colectivo (2007, p. 12-13). Sin embargo, Guisán (2007) defienden la postura de Mill desde una perspectiva que trasciende el individualismo; según su interpretación, el utilitarista, lejos de limitarse al goce individual, se fundamenta en la idea de que la felicidad individual está intrínsecamente vinculada al bienestar de la comunidad.
La autora sostiene que Mill no se fía de la opinión de las mayorías sin ilustración, sino que propone un criterio cualitativo que valora los placeres superiores, como los del intelecto y la moralidad, por encima de los placeres puramente sensoriales, ya que un hombre ilustrado y moderno, utilizando la lógica, debería reconocer que su propia felicidad está ligada a la felicidad de los demás, pues una comunidad infeliz no puede sostener la verdadera satisfacción de sus miembros. En este sentido, Guisán refuerza la visión de Mill como alguien que, desde una postura racional, se aleja del hedonismo vulgar para proponer un ideal más elevado y colectivo de bienestar (2007, p.12-13).
Conclusión
La concepción hedonista de Mill trasciende la visión simplista de Bentham al introducir una distinción cualitativa entre los placeres. La frase "es mejor ser un ser humano insatisfecho que un cerdo satisfecho" encapsula su defensa de los placeres superiores, aquellos vinculados al intelecto y la moral, como más valiosos que los placeres sensoriales. De esta manera, Mill no solo busca maximizar el placer en términos de cantidad, sino también de calidad, otorgando un papel central a las facultades más elevadas del ser humano. Aunque su teoría ha sido objeto de críticas, especialmente por la acusación de incurrir en la falacia naturalista, Mill defiende que la verdadera felicidad no puede ser alcanzada sin tener en cuenta el bienestar colectivo. Para él, los placeres más nobles no solo enriquecen la vida individual, sino que también promueven una sociedad más justa y equilibrada. La satisfacción personal y la felicidad de la comunidad están inextricablemente unidas, lo que refleja un ideal moral que va más allá del mero goce inmediato o egoísta.
En última instancia, la concepción de Mill nos invita a reflexionar sobre el papel de la razón y la moralidad en la búsqueda de la felicidad. Si bien la calidad de los placeres es esencial, nos queda la interrogante: ¿cómo podemos equilibrar nuestras aspiraciones personales con las demandas de una felicidad colectiva que trascienda los intereses individuales?
Bibliografía:
-GUISÁN, E (2000). Individualismo, utilitarismo y sociedad. Universidad de Santiago de Compostela, España.
-GUISÁN, E (2007). Introducción en El Utilitarismo
-MILL, J. S (2007). Utilitarismo. Introducción, traducción y notas de Esperanza Guisán. (Introducción y capítulo II). Editorial Alianza. Madrid, España.
Texto realizado en conjunto con: José Peluffo (Docente de Filosofía).