Cerebros como cuentas bancarias: Freire y una humilde crítica
Introducción
La obra de Paulo Freire, especialmente su emblemático libro Pedagogía del oprimido, se ha convertido en un referente fundamental en el ámbito de la teoría educativa contemporánea. Su enfoque crítico y dialógico desafía las nociones tradicionales de enseñanza y aprendizaje, proponiendo un modelo en el que la conciencia crítica y la praxis son herramientas esenciales para la liberación de los oprimidos. En un contexto histórico marcado por la pobreza, la desigualdad y el autoritarismo en América Latina, Freire plantea la urgencia de una educación que no solo transmita conocimientos, sino que también empodere a los estudiantes para cuestionar y transformar su realidad.
Uno de los conceptos centrales en la obra de Freire es su crítica a lo que denomina "educación bancaria", un modelo que promueve la memorización y la pasividad en los educandos. Esta forma de educación despoja a los estudiantes de su capacidad crítica y creativa, perpetuando las estructuras de poder existentes. Freire argumenta que la educación debe ser un acto de liberación, en el que los educandos se conviertan en agentes de cambio capaces de reflexionar sobre su contexto y actuar en consecuencia. Este desarrollo de una conciencia crítica es fundamental para reconocer y cuestionar las injusticias sociales que enfrentan.
En última instancia, Freire sostiene que la educación es una práctica de la libertad, en la que el educador tiene la responsabilidad de crear un entorno de aprendizaje que fomente la autonomía y el empoderamiento de los oprimidos. La pedagogía de Freire no se limita a ser una metodología educativa; es una ética que invita a la reflexión y la acción en la lucha por la justicia social. Su legado continúa resonando en la educación contemporánea, inspirando a educadores y activistas de todo el mundo en su búsqueda de un mundo más equitativo y justo.
Despertando conciencias
El capítulo II de Pedagogía del oprimido nos confronta con una concepción de la realidad que, a primera vista, parece inmutable, ajena al sujeto y predecible. Sin embargo, para Freire, esta visión está profundamente equivocada. La realidad no es un bloque monolítico; es dinámica, moldeable, y el ser humano, a través de la educación, tiene la capacidad de transformarla. El problema, entonces, radica en una educación que, en lugar de despertar la conciencia crítica, perpetúa la pasividad. Freire (1970, p.51) describe esta relación como una "narración de contenidos que, por ello mismo, tienden a petrificarse o a transformarse en algo inerme, sean estos valores o dimensiones empíricas de la realidad. Narración o disertación que implica un sujeto —el que narra— y objetos pacientes, oyentes —los educandos".
Este modelo de educación "narrativa" desemboca en lo que Freire denomina educación bancaria: una forma de enseñanza en la que los educandos son tratados como meros recipientes, como depósitos de conocimiento que el educador va llenando. Lejos de promover el pensamiento crítico, este tipo de educación refuerza la alienación. Freire (1970, p.52) argumenta que "la absolutización de la ignorancia, que constituye lo que llamamos alienación de la ignorancia, según la cual ésta se encuentra siempre en el otro", es una de las manifestaciones más perversas de la opresión.
Este sistema no solo oprime a los educandos, sino que también deshumaniza a los educadores, quienes se convierten en autómatas que repiten conocimientos sin cuestionar su pertinencia ni su impacto. Freire, por tanto, propone una educación liberadora, un modelo en el que tanto educador como educando se comprometen en un proceso dialógico, donde todos son aprendices y maestros a la vez. Según Freire (1970, p.55), el objetivo es que los educadores ya no estén "al servicio de la deshumanización, al servicio de la opresión, sino al servicio de la liberación".
En este punto, es fundamental destacar que la educación liberadora de Freire no es solo una crítica superficial a la educación tradicional. Su pensamiento va más allá de las propuestas reformistas de autores como John Dewey. Mientras que Dewey concebía la educación como un medio para formar ciudadanos democráticos, Freire incorpora una crítica radical a las estructuras de poder que sostienen el sistema educativo. Para Freire, la educación no puede ser neutral; siempre está al servicio de una ideología, y su tarea es desenmascarar las relaciones de poder ocultas. En este sentido, encontramos un paralelismo con Louis Althusser, quien argumenta que "la escuela (y también otras instituciones del Estado, como la Iglesia, y otros aparatos como el Ejército) enseña las 'habilidades' bajo formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante" (Althusser, 1970, p.9 y 10).
Freire, como Althusser, ve en la educación un reflejo del sistema productivo y de las relaciones de poder que lo sostienen. Sin embargo, mientras Althusser se enfoca en cómo la educación reproduce las condiciones de dominación, Freire propone una salida: la educación como praxis liberadora, como un proceso que no solo cambia a los individuos, sino que transforma las estructuras sociales.
Es aquí donde podemos trazar una comparación interesante con el pensador uruguayo José Pedro Varela. Varela, al igual que Freire, veía la educación como una herramienta fundamental para la construcción de ciudadanos, pero mientras Varela se enfocaba en la formación de sujetos productivos y disciplinados, Freire insistía en la necesidad de una educación que fomentara el pensamiento crítico y la participación activa en la transformación de la realidad. Freire no se conforma con un sujeto pasivo, sino que demanda un ser humano "inconcluso", siempre en proceso de crecimiento y aprendizaje.
Como señala Freire (1970, p.66), "es necesario que la situación que se encuentran no aparezca como algo fatal e intransponible sino como una situación desafiadora, que sólo los limita". Este enfoque resalta la importancia de ver los desafíos educativos como oportunidades para el crecimiento, no como obstáculos insuperables.
Finalmente, Freire propone que para que la educación sea verdaderamente liberadora, debe superarse la dualidad educador-educando. "Sin ésta no es posible la relación dialógica, indispensable a la cognoscibilidad de los sujetos cognoscentes, en torno del mismo objeto cognoscible" (Freire, 1970, p.61). Esta afirmación, junto con su concepción del ser humano como un proyecto siempre en construcción, son los pilares sobre los que descansa su pedagogía.
Conciencia crítica
Uno de los ejes centrales del pensamiento freireano es el concepto de conciencia crítica. Freire plantea que el proceso educativo debe llevar a los individuos a desarrollar una percepción más aguda de la realidad, lo que él llama concientización. Esta capacidad de percibir las contradicciones sociales y de cuestionar las estructuras de poder es, para Freire, el primer paso hacia la libertad.
Freire distingue entre tres tipos de conciencia: la conciencia mágica, la conciencia ingenua y la conciencia crítica. La primera, la conciencia mágica, es aquella en la que los individuos ven los problemas del mundo como fatalidades o hechos inmutables, algo que simplemente ocurre sin posibilidad de cambio. Esta forma de conciencia es la más alienante, ya que condena a los individuos a la pasividad frente a las injusticias. Freire (1970, p.70) describe a aquellos con conciencia mágica como sujetos que "sin percepción alguna de la autotransformación, están rodeados por una realidad que se impone a ellos, sin poder controlarla".
Por otro lado, la conciencia ingenua es un paso adelante, pues los individuos empiezan a tomar conciencia de su entorno, pero todavía no logran cuestionar profundamente las causas de las injusticias. Las soluciones que proponen son simplistas, basadas en una comprensión superficial de la realidad, lo que los deja vulnerables a las manipulaciones de los opresores.
Finalmente, la conciencia crítica es la forma más avanzada de percepción de la realidad, en la que los individuos no solo reconocen las contradicciones y opresiones, sino que también comprenden su rol como agentes de cambio. Según Freire (1970, p.71), este estado de conciencia se caracteriza por una reflexión constante que lleva a la "praxis", es decir, a la acción transformadora basada en una reflexión profunda y continua. Para Freire, es esta conciencia crítica la que permite a los oprimidos no solo entender su situación, sino también luchar activamente por su liberación.
Aquí podemos comparar este concepto con el de dialéctica hegeliana, donde el sujeto no solo reflexiona sobre su realidad, sino que también la transforma a través de la acción consciente. En Fenomenología del espíritu, Hegel plantea que el espíritu humano pasa por diferentes etapas de conciencia hasta llegar a una comprensión plena de sí mismo y del mundo que lo rodea. Este proceso no es estático, sino dinámico y conflictivo, tal como la praxis en el pensamiento freireano. Ambos autores conciben el desarrollo de la conciencia como un proceso de superación de las contradicciones internas y externas, lo que conduce a una mayor libertad.
Es importante también observar cómo Freire se distancia de autores como Jean Piaget y su teoría del desarrollo cognitivo. Mientras que Piaget sugiere que el aprendizaje y la maduración cognitiva son procesos universales y lineales que siguen un camino predeterminado de etapas, Freire pone el énfasis en el contexto social y político. Para Freire, la conciencia crítica no es el resultado de un desarrollo evolutivo natural, sino de un proceso educativo consciente que solo puede ocurrir en condiciones de diálogo y reflexión crítica.
Freire plantea que el diálogo es una herramienta clave para la concientización, ya que permite a los individuos compartir sus experiencias, contrastarlas con las de otros y, en última instancia, descubrir las estructuras opresivas que los condicionan. Pero este diálogo no puede ser superficial ni manipulador; debe ser auténtico y horizontal, en el que todas las voces tengan el mismo valor. "El diálogo no es una relación entre sujetos que no tengan algo que decir. Es una relación humana, llena de vida" (Freire, 1970, p.79).
La educación como práctica de la libertad
A lo largo de su obra, Paulo Freire hace un énfasis constante en que la educación no es neutral. Para él, no existen prácticas educativas que no estén al servicio de algún proyecto político, ya sea consciente o inconsciente. La educación bancaria, como vimos, está al servicio de la dominación y la perpetuación de un orden social opresivo. En cambio, la educación problematizadora busca la emancipación de los oprimidos, ayudándoles a desarrollar una conciencia crítica y a tomar el control de sus vidas.
Freire (1970, p.84) sostiene que "la educación es una forma de intervención en el mundo". En este sentido, cada vez que educamos, estamos interviniendo en la realidad social, ya sea para perpetuar el statu quo o para transformarlo. De esta manera, la educación puede ser un instrumento de domesticación o un arma poderosa para la liberación. Y es precisamente en este punto donde la pedagogía de Freire se convierte en una herramienta política en el sentido más amplio de la palabra: no solo busca formar ciudadanos, sino sujetos históricos capaces de transformar el mundo.
Este enfoque se relaciona con la visión de Karl Marx sobre la educación y la alienación. Para Marx, el sistema capitalista deshumaniza a los trabajadores al reducirlos a meros instrumentos de producción. De manera similar, Freire argumenta que la educación bancaria deshumaniza a los estudiantes al tratarlos como recipientes pasivos de conocimiento. En ambos casos, el resultado es la alienación, pero mientras que Marx ve la revolución política como el camino hacia la liberación, Freire propone la educación como un medio para romper las cadenas de la opresión.
A través de su método, Freire busca recuperar la humanización de los oprimidos, entendiendo la opresión como un proceso que despoja a las personas de su humanidad. El educador, en este proceso, juega un papel crucial, ya que tiene la responsabilidad de ayudar a los educandos a recuperar su sentido de agencia y su capacidad para transformar el mundo. Sin embargo, Freire advierte que este proceso no es sencillo. Como señala en Pedagogía del oprimido (1970, p.88), "la lucha por la humanización, por la liberación de los oprimidos no es posible si no se realiza con ellos".
En este sentido, Freire critica lo que él llama falsas generosidades, es decir, aquellas prácticas educativas y sociales que aparentan ayudar a los oprimidos, pero que en realidad perpetúan su opresión. Freire (1970, p.92) describe esta falsa generosidad como un intento de mantener las estructuras de poder sin cuestionarlas, brindando pequeños alivios a los problemas de los oprimidos sin cambiar las condiciones que los producen. Para Freire, la auténtica generosidad solo puede surgir cuando los educadores y los oprimidos se reconocen mutuamente como sujetos plenos, capaces de actuar juntos para cambiar la realidad.
Aquí es posible hacer un paralelismo con Simone de Beauvoir, quien en El segundo sexo expone la forma en que las mujeres han sido históricamente oprimidas al ser tratadas como "el otro", es decir, como sujetos dependientes de los hombres. Al igual que Freire, De Beauvoir argumenta que la opresión no puede ser superada desde una posición de pasividad, sino que requiere una toma de conciencia y una acción concertada. Ambos autores coinciden en que la lucha por la libertad es un proceso colectivo, en el que los oprimidos deben reconocerse a sí mismos como sujetos activos de su propia historia.
Paulo Freire y la Filosofía
El impacto del pensamiento de Paulo Freire en la educación contemporánea es innegable. Su enfoque ha sido adoptado no solo en contextos de alfabetización y educación popular, sino también en la enseñanza formal y en las universidades. La idea de que la educación debe ser un proceso dialógico y transformador ha inspirado a educadores en todo el mundo a repensar sus prácticas y a cuestionar los supuestos tradicionales sobre el papel del docente y del estudiante.
Uno de los mayores legados de Freire es su concepción de la educación popular. Este enfoque, ampliamente utilizado en América Latina, busca empoderar a las comunidades marginalizadas para que sean capaces de identificar y luchar contra las estructuras de poder que las oprimen. En este sentido, la educación popular se convierte en una herramienta de resistencia y organización social, que va más allá de la simple transmisión de conocimientos. Al promover la concientización, Freire nos recuerda que el conocimiento debe ser un medio para la transformación social y no un fin en sí mismo.
La influencia de Freire también se extiende a movimientos sociales en todo el mundo, desde el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) en Brasil hasta organizaciones de justicia social en África y Asia. Su obra sigue siendo relevante hoy en día, en un mundo donde las desigualdades económicas y sociales continúan siendo profundas, y donde la educación permanece como uno de los campos de batalla clave en la lucha por la justicia. Freire no solo nos dejó un legado pedagógico, sino una ética de la educación que nos desafía a ser conscientes de nuestro rol como educadores y educandos.
Paulo Freire nos invita a no aceptar el mundo tal como es, sino a imaginar un mundo mejor y a actuar para crearlo. Como él mismo afirma, "no hay educación neutral. Toda educación es política" (Freire, 1970, p.102). Su obra sigue siendo una llamada a la acción para todos aquellos que creen en la posibilidad de un mundo más justo y humano. Nos queda la pregunta: ¿cómo podemos, desde nuestra práctica educativa, contribuir a la construcción de un futuro en el que la libertad y la justicia sean posibles para todos?
Bibliografía:
- Althusser, L. (1974) Ideologías y Aparatos ideológicos del Estado (Pla, A. , Trad.). Nueva Visión. (Obra original publicada en 1970)
- Dewey, J. (2004) Experiencia y Educación (Luzuriaga, L. , Trad). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1938)
- Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Recuperado de: Ministerio de Cultura de Argentina. (19 de setiembre de 2021). "Paulo Freire, un educador para la libertad". https://www.cultura.gob.ar/paulo-freire-11132/
- Trilla, J. E., Cano, M., Carretero, A., Escofet, G. Fairstein, J.A., Fernández Fernández, J., González Monteagudo, B., Gros, F., Imbernón, N., Lorenzo, J., Monés, M., Muset, M., Pla, J.M., Puig, J.L., Rodríguez Illera, P., Solà, A., Tort y I. Vila. (2001). El legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI. Ed. Graó, Barcelona. 360pp.
- Varela, J. P. (1874). La Educación del Pueblo. Colección de clásicos uruguayos. Obras pedagógicas, Biblioteca Artigas, 1964.