El Facundo de Sarmiento: ¿la barbarie es solo una excusa?
La obra "Facundo o Civilización y Barbarie"
La obra "Facundo o Civilización y Barbarie", escrita por Domingo Faustino Sarmiento en 1845, se erige como un análisis profundo y multifacético de la figura del caudillo Juan Facundo Quiroga, así como de las tensiones culturales, políticas y sociales que caracterizaban a Argentina en ese periodo. A través de su narrativa, Sarmiento no solo nos presenta un retrato de Quiroga, sino que también establece una dicotomía fundamental entre civilización y barbarie que ha resonado a lo largo de la historia argentina. Este texto se convierte en un vehículo para explorar no solo la figura del caudillo, sino también los conceptos más amplios de identidad nacional y progreso social.
El caudillo, Sarmiento y la necesidad de un villano
Sarmiento establece desde el inicio una clara distinción entre dos mundos que luchan por el dominio en el contexto argentino. Por un lado, se encuentra la civilización, que representa a la ciudad, a los europeos y a los unitarios. Este grupo es visto como portador de la cultura, la educación y el progreso. La civilización se asocia con el orden, la razón y el respeto a las leyes. En contraposición, se presenta la barbarie, que encarna el campo, los federales y la figura del caudillo. Este ámbito es descrito como un espacio donde prevalecen costumbres atrasadas, hábitos ignorantes y tradiciones envejecidas. A través de esta crítica a la barbarie, Sarmiento busca establecer su propia identidad como hombre civilizado, urbano y educado.
La visión de Sarmiento es contundente: ser un caudillo implica pertenecer a la barbarie. En sus palabras: "¿No habéis sentido oído la palabra salvaje, que anda revoloteando sobre nuestras cabezas? De eso se trata: de ser o no ser salvaje" (Sarmiento, 1977: p. 12). Esta afirmación establece un marco retórico que posiciona al caudillo como símbolo de lo primitivo y subraya su percepción negativa de aquellos que operan fuera del ámbito urbano y civilizado. A lo largo de su obra, Sarmiento critica no solo a Facundo Quiroga sino también a Juan Manuel de Rosas y su gobierno federalista. Para él, el caudillo no es simplemente un líder local; es un reflejo de las preocupaciones e instintos de un pueblo que se aferra a tradiciones consideradas primitivas e ignorantes.
Civilización: ¿la solución o el problema?
En este sentido, Sarmiento argumenta que Facundo Quiroga no fue un bárbaro por accidente de su carácter; más bien, su barbarie es producto de un contexto social y político más amplio. Esto se evidencia en su afirmación: "Facundo Quiroga no fue un bárbaro por accidente de su carácter, sino que fue por sus antecedentes de contexto que son ajenos a su voluntad" (Sarmiento, 1977: p. 65). Aquí se revela una comprensión más profunda del caudillismo como fenómeno social; no se trata simplemente del individuo en sí mismo, sino del entorno que lo moldea. La geografía argentina juega un papel crucial en esta narrativa. Sarmiento describe cómo las vastas extensiones desérticas y las fronteras inciertas contribuyen a una vida en la campaña marcada por la inseguridad. Sin embargo, es precisamente en este entorno donde se forja la esencia del carácter argentino.
El capítulo II del libro destaca figuras clave dentro del contexto de la barbarie, tales como el rastreador o el baqueano. Estas personas son esenciales para que la civilización pueda expandirse por el territorio argentino. A pesar de su crítica hacia los caudillos, Sarmiento reconoce que estos personajes cumplen una función vital en la dinámica social y política del país. En el capítulo IV, observa que "cuando un pueblo entra en revolución, dos intereses opuestos luchan al principio: el revolucionario y el conservador" (Sarmiento, 1977: p. 115). Esta declaración resalta cómo los caudillos pueden ser vistos tanto como figuras de resistencia como obstáculos para el progreso.
El gaucho, símbolo de todo lo incorrecto (según Sarmiento)
Al abordar las características del caudillo, Sarmiento señala ciertas cualidades que lo hacen carismático y capaz de liderar al gauchaje. Sin embargo, también subraya su incapacidad para adherirse a las leyes establecidas: "tenía en su mente la organización privilegiada de los hombres nacidos para mandar; Quiroga poseía esas cualidades naturales" (Sarmiento, 1977: p. 130). Esta dualidad resalta cómo una figura puede ser vista tanto como un líder nato como un agente de barbarie. El episodio donde Quiroga asesina a un juez por exigirle una identificación laboral ilustra esta falta de respeto hacia las leyes; para Sarmiento esto es sinónimo de barbarie.
El autor describe cómo Quiroga utiliza su fuerza bruta para imponer su voluntad sobre los demás. En este sentido, Sarmiento argumenta que "el hombre bestia que gustaba de ser temido; por eso usaba el terror para un gobierno" (Sarmiento, 1977: p. 136). Esta violencia se convierte así en una forma de control social que reemplaza al patriotismo genuino. Además de su carácter violento y autoritario, Sarmiento critica cómo los caudillos pretendían ser vistos como oráculos o sabios ante sus seguidores. Afirma que Facundo podía discernir si alguien mentía con solo mirarlo; esta reputación alcanzaba niveles casi sobrenaturales (Sarmiento, 1977: p. 137).
Sarmiento: educador o propagandista del progreso europeo
A través de estas descripciones, Sarmiento construye una imagen del caudillo como un líder despótico carente de educación y civilización. Este tipo de liderazgo impone su voluntad mediante la fuerza y la violencia; así, el caudillo se convierte en un símbolo tanto del atraso cultural como del obstáculo para el progreso social. En este sentido, Sarmiento considera al caudillismo como una característica distintiva de América Latina y sostiene que solo a través de la educación se puede superar esta tendencia hacia la barbarie.
El autor argumenta con vehemencia que erradicar la barbarie es esencial para permitir la llegada de la civilización y el progreso. A través de sus escritos periodísticos dirigidos contra Juan Manuel de Rosas, Sarmiento nos muestra una visión europea del progreso influenciada por el capitalismo inglés y por una globalización emergente. La crítica hacia los gauchos como representantes de la barbarie busca establecer una dicotomía clara entre lo civilizado y lo salvaje.
La obra "Facundo" se convierte así en un manifiesto político donde Sarmiento sostiene firmemente que la civilización es el camino hacia el progreso social. Su visión está impregnada por una perspectiva eurocéntrica que considera superior todo lo relacionado con Europa frente a las costumbres locales consideradas atrasadas e ignorantes.
Además, Sarmiento utiliza un lenguaje cargado de connotaciones negativas para describir a los caudillos y sus seguidores. Al referirse a Facundo como "el hombre bestia que gustaba de ser temido", Sarmiento no solo reduce su figura a un estereotipo violento, sino que también ignora las dinámicas sociales complejas que dan forma a estos líderes populares. Esta narrativa puede ser vista como una forma de ficción histórica donde el autor selecciona y distorsiona hechos para encajar en su marco ideológico.
El uso del Remington por parte de Sarmiento para plasmar sus ideas también merece atención. Este instrumento, símbolo del avance tecnológico y la modernidad, contrasta con las imágenes de barbarie que él mismo describe. La ironía aquí es palpable: mientras Sarmiento aboga por una Argentina moderna y civilizada, su propia narrativa parece estar atrapada en un ciclo de violencia y deshumanización hacia aquellos que considera bárbaros. Esto plantea interrogantes sobre la autenticidad de su crítica y su compromiso con el progreso social.Al final, el dilema entre civilización y barbarie expuesto por Sarmiento no solo refleja una lucha ideológica entre dos visiones del mundo; también pone de manifiesto un problema más profundo relacionado con la desigualdad social.
La barbarie no es simplemente un estado cultural o moral; es una condición impuesta por estructuras socioeconómicas injustas. En este sentido, quienes son etiquetados como bárbaros suelen ser aquellos que menos tienen: los campesinos sin tierra, los indígenas desplazados y los marginados urbanos. La crítica sarmientina podría interpretarse como una forma de desviar la atención de las verdaderas causas de la desigualdad al centrarla en características personales o culturales.
De reflexiones y caudillos
"Facundo o Civilización y Barbarie" es un texto fundamental para entender las tensiones culturales en Argentina durante el siglo XIX, es crucial leerlo con un ojo crítico. Las falencias en la narrativa de Sarmiento revelan no solo limitaciones en su comprensión del caudillismo y sus contextos sociales, sino también un peligroso uso de la ficción para perpetuar estereotipos dañinos.
Al final del día, el verdadero reto radica en reconocer que la civilización no puede ser impuesta desde arriba ni definida unilateralmente; debe surgir de un diálogo inclusivo donde todas las voces sean escuchadas y valoradas. En este contexto, es vital cuestionar quiénes son realmente los bárbaros: aquellos que luchan por sobrevivir en condiciones adversas o quienes dictan qué significa ser civilizado desde una posición privilegiada.
Bibliografía
- Feinmann, J P, (2009). Introducción a Facundo. Editorial Sudamericana.
- Feinmann, J P, (1996). Filosofía y Nación. Estudios sobre el pensamiento argentino. Buenos Aires: Letra E
- González Echevarría, Roberto (2004). La literatura latinoamericana. Editorial Planeta.
- Mejía, Eduardo (2017). Civilización y barbarie en Facundo. Revista Historia y Espacio.
- Sarmiento, Domingo Faustino (1977). Facundo o Civilización y Barbarie. Ediciones Ayacucho.
- Unamuno, Miguel (1998). Comentario sobre Facundo. Ediciones Cátedra.
Videografía:
- https://youtu.be/MkxMA6KfJN0?si=oz103Llx_cCNg-Vc - Sarmiento en Chile. FILOSOFÍA AQUÍ Y AHORA III con Pablo Feinmann