Entre goles y contratos: elige tus cadenas con libertad

Un rato después del final del partido, el Coloso de Las Toscas rebosaba una densa mezcla de frustración y abatimiento. El Institución Atlética Roberto Fútbol Club había sido eliminado en los cuartos de final por el Bayern de Borussia de Tupambaé. Agotados y cabizbajos, los jugadores se refugiaron en la cantina del club, donde el aire pesaba con un silencio ventoso y sombrío.

Entre los presentes, se hallaba Johnson, el poeta, apartado en una mesa con su más reciente lectura: Leviatán de Thomas Hobbes. Las reflexiones del filósofo inglés resonaban en su mente, en especial sus teorías sobre el estado de naturaleza y el contrato social.

Obdulio Maldonado y Vicente Mastandrea, sentados cerca de la barra, intercambiaban palabras en voz baja, bajo la atenta mirada del cantinero mudo, quien limpiaba vasos con la precisión de un espectador que nunca necesita hablar. Obdulio, un defensa corpulento y siempre afilado en sus pensamientos, rompió el silencio abrumador.

—Es increíble cómo todo se desmorona tan rápido —murmuró, sin despegar la vista de su vaso—. Un momento estamos peleando por la copa, y al siguiente, aquí estamos... derrotados.

Vicente, el estratega del equipo, conocido por su mente aguda y su lealtad al juego, asintió con gravedad.

—Así es el fútbol, Obdulio. Pero, ¿vale la pena todo este esfuerzo? A veces lo dudo.

El cantinero mudo, con su habitual gesto de comprensión, les sirvió otra ronda, su presencia siempre ofreciendo un consuelo mudo pero efectivo.

Johnson, que había estado inmerso en sus propias reflexiones, se acercó a la barra. Pidió un fernet mientras sus pensamientos brotaban en palabras.

—Esta derrota —dijo Johnson, su voz envolviendo el espacio— me recuerda a la soledad.

Obdulio y Vicente lo miraron, intrigados. Johnson no esperó réplica.

—El estado de naturaleza de Hobbes se parece mucho a la soltería —declaró con convicción—. En ambos, los individuos se mueven según sus deseos y pasiones, sin restricciones, tal como un soltero vive de manera autónoma, tomando decisiones que solo responden a sus necesidades.

Obdulio levantó una ceja, curioso, mientras Vicente se inclinaba hacia adelante, cautivado por la dirección del discurso.

—Hobbes describe ese estado como una guerra de todos contra todos, donde la vida es solitaria, brutal y corta por la falta de seguridad y cooperación. De igual manera, la soltería, a pesar de la libertad que ofrece, a menudo carece de la estabilidad y el apoyo de una relación.

Una pausa significativa dejó que las palabras se asentaran en el aire cargado de la cantina. El cantinero mudo, siempre presente, seguía cada palabra con atención silenciosa.

—En cambio —continuó Johnson—, el contrato social que Hobbes considera necesario para crear un Estado, puede compararse con la decisión de entrar en una relación. Al comprometerse, renunciamos a parte de nuestra autonomía para obtener estabilidad, apoyo y cooperación.

Un murmullo recorrió la cantina, aunque las miradas revelaban que las ideas aún estaban procesándose. Johnson, satisfecho con su propia lucidez, se recostó en su silla, sus ojos brillando con la claridad de la revelación.

—El paso del estado de naturaleza a la civilización —prosiguió—, como el de la soltería a la relación, implica sacrificar cierta libertad en pos de una vida más ordenada. Ambas transiciones requieren compromiso y sacrificio, pero abren la puerta a algo más grande que nosotros mismos.

Obdulio asintió despacio, mientras la idea se materializaba en su mente.

—Es verdad —admitió—. A veces, hay que ceder parte de nuestra libertad para encontrar algo mayor.

Vicente añadió, su tono más introspectivo:

—La verdadera libertad no está en evitar compromisos, sino en la capacidad de elegir a qué o a quién comprometerse.

El cantinero mudo, con una sonrisa que destilaba sabiduría, sirvió la última ronda de la noche. Pero justo cuando Johnson estaba por concluir su reflexión, el cantinero, sorprendentemente, rompió su silencio habitual con una frase digna del mismo Sócrates:

—En la vida, como en el fútbol y en cualquier otra cosa, la verdadera libertad se encuentra en la capacidad de elegir nuestras propias cadenas.