Hobbes y El Club de la Pelea: ¿Es el caos nuestra verdadera naturaleza?
Introducción:
El Capítulo XIII de Leviatán de Thomas Hobbes nos ofrece una reflexión profunda sobre la naturaleza humana, particularmente sobre la igualdad corporal y mental entre los hombres. Hobbes sostiene que, a pesar de las diferencias individuales en fuerza y agudeza, estas son irrelevantes en un estado natural, donde todos los hombres son considerados iguales en su capacidad de desear y perseguir fines. Esta igualdad no es meramente un hecho físico; es una condición que desencadena una serie de conflictos inherentes a la interacción humana. Al verse a sí mismos como competidores por recursos limitados, los individuos se enfrentan a la inevitable confrontación y violencia.
A lo largo de este análisis, nos enfocaremos en tres fuentes principales de conflicto que Hobbes identifica: la competencia, la desconfianza y la gloria. Cada una de estas dinámicas contribuye a un estado de guerra perpetuo, donde la lucha por el poder y la supervivencia es constante. A través de la crítica de Jonathan Wolff, examinaremos cómo la insaciable búsqueda de poder exacerba esta lucha, lo que nos lleva a cuestionar la posibilidad de la paz en un contexto donde la igualdad de facultades se convierte en un catalizador de la discordia.
Las consecuencias de la igualdad corporal y mental según Hobbes
Los seres humanos son inherentemente iguales en sus facultades corporales y mentales. Aunque Hobbes reconoce diferencias individuales en términos de fuerza física o agudeza mental, sostiene que estas diferencias son, en última instancia, irrelevantes en un contexto natural, ya que "cuando todo se toma en cuenta en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es lo bastante considerable como para que uno de ellos pueda reclamar para sí beneficio alguno que no pueda el otro pretender tanto como él" (Hobbes, p. 78). Esta igualdad entre los hombres no es sólo un hecho físico o mental, sino una condición que provoca profundas consecuencias en la forma en que los seres humanos interactúan entre sí.
Esta situación de igualdad implica que cada individuo, al considerarse capaz de alcanzar sus propios fines, percibe a los demás como posibles obstáculos o competidores en la consecución de sus objetivos. La igualdad en las capacidades genera, por tanto, una igualdad en la esperanza de éxito. Cuando dos individuos desean el mismo objeto, y este no puede ser disfrutado por ambos, el conflicto surge de manera inevitable. Hobbes describe un estado de naturaleza donde los hombres se ven empujados a competir por recursos y poder, lo que desencadena un ambiente de desconfianza mutua y, en última instancia, de guerra.
La competencia, la desconfianza y la gloria: motores del conflicto humano
Hobbes identifica tres principales causas de conflicto en el estado natural: competencia, desconfianza y gloria. La competencia, según él, lleva a los hombres a invadir y apoderarse de los bienes de otros para lograr beneficios materiales. En palabras de Hobbes, "los primeros usan de la violencia para hacerse dueños de las personas, esposas, hijos y ganado de otros hombres" (Hobbes, p. 79). Este impulso, motivado por la búsqueda de ganancia y supervivencia, se acentúa en un mundo donde los recursos son finitos y donde cada hombre se ve obligado a asegurarse su propio bienestar a expensas de los demás.
La desconfianza es la segunda gran fuente de conflicto, pues, incluso cuando no se busca un beneficio inmediato, el hombre está motivado por la necesidad de protegerse de los ataques de otros. Hobbes señala que "el segundo [uso de la violencia es] por seguridad" (Hobbes, p. 79). En un estado de naturaleza donde no hay una autoridad común que regule las acciones de los individuos, la anticipación de posibles agresiones lleva a una dinámica de violencia preventiva. Cada individuo se ve forzado a defenderse antes de ser atacado, perpetuando así un ciclo interminable de inseguridad y confrontación.
La gloria aparece como la tercera causa de conflicto. Los hombres, en su afán de reconocimiento, buscan defender su honor y su reputación, a menudo mediante el uso de la violencia. Hobbes explica que "los terceros [hacen uso de la violencia] por pequeñeces, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, y cualquier otro signo de subvaloración" (Hobbes, p. 79). El deseo de evitar la percepción de debilidad o inferioridad frente a los demás lleva a los individuos a luchar por la gloria, intensificando así la dinámica de competencia y hostilidad.
Jonathan Wolff y la perpetuidad del conflicto en Hobbes
El crítico Jonathan Wolff expande las ideas de Hobbes, resaltando cómo la búsqueda de poder, riqueza y felicidad, inherente a la naturaleza humana, exacerba este ciclo de conflicto. Wolff señala que, para Hobbes, "los seres humanos tienen un 'incansable deseo de conseguir poder tras poder, que sólo cesa con la muerte'" (Wolff, p. 27). Este deseo es insaciable, ya que ninguna cantidad de poder o riqueza puede garantizar una satisfacción plena o seguridad a largo plazo. Como explica Hobbes, el poder no es solo una meta en sí misma, sino un medio necesario para asegurar la consecución de los deseos futuros. Wolff continúa: "Ello se debe no sólo a que los hombres no pueden alcanzar jamás un estado de plena satisfacción, sino también a que una persona 'no puede asegurarse el poder y los medios que tiene en el presente para vivir bien, sin adquirir otros más'" (Wolff, p. 28).
La búsqueda constante de poder, por tanto, se convierte en un factor clave para entender por qué la paz es tan difícil de alcanzar en el estado de naturaleza hobbesiano. La igualdad corporal y mental no sólo iguala las oportunidades de éxito, sino que también iguala las probabilidades de conflicto, ya que todos los hombres se ven atrapados en una competición interminable por el poder y la seguridad.
El estado de guerra: una disposición constante al conflicto
El estado natural descrito por Hobbes no es una guerra abierta y continua, sino lo que él llama una "disposición constante a la guerra". Según Hobbes, esta disposición se manifiesta en el hecho de que "no hay lugar para el trabajo, ya que el fruto del mismo se presenta como incierto; y, consecuentemente, no hay cultivo de la tierra; no hay navegación, y no hay uso de productos que podrían importarse por mar; no hay construcción de viviendas, ni de instrumentos para mover y transportar objetos que requieren la ayuda de una fuerza grande" (Hobbes, p. 25). En otras palabras, en un estado de guerra, la incertidumbre y el peligro constante impiden cualquier tipo de progreso social, económico o cultural. La vida en este estado es, como bien dice Hobbes, "solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta" (Hobbes, p. 25-26).
Wolff refuerza esta visión al explicar que, en el estado de naturaleza hobbesiano, "no hay sociedad, y lo peor de todo, hay un constante miedo y un constante peligro de perecer con muerte violenta" (Wolff, p. 26). Esta descripción pinta un cuadro sombrío de la condición humana sin la presencia de un poder superior que regule las interacciones entre los individuos. La ausencia de un estado o una autoridad central que imponga leyes y mantenga el orden conduce inevitablemente a una situación de anarquía y conflicto interminable.
La solución hobbesiana: el poder soberano
Ante este sombrío panorama, la solución que propone Hobbes es clara: la creación de un poder soberano. Este poder común, o "Leviatán", es necesario para mantener a todos los hombres en orden y garantizar la paz. Hobbes sostiene que los hombres, al darse cuenta de que la guerra constante es insostenible y que el temor a la muerte violenta es omnipresente, llegarán a un acuerdo para someterse a una autoridad superior que tenga el poder de mantener la paz y la seguridad. En sus propias palabras, "la única manera de erigir un poder común... es conferir todo su poder y fuerza a un solo hombre o asamblea de hombres" (Hobbes, p. 89).
Este soberano, dotado de poder absoluto, es el único capaz de garantizar que los hombres cumplan con sus pactos y vivan en armonía, pues sin una autoridad superior que inspire temor y controle los impulsos egoístas y violentos de los individuos, el estado de guerra será inevitable. La paz y la seguridad, por tanto, solo pueden lograrse mediante la sumisión voluntaria a un poder soberano que actúe como árbitro final en todas las disputas.
Conclusión: una visión pesimista, ¿pero pragmática de la naturaleza humana?
La concepción hobbesiana de la naturaleza humana es profundamente pesimista, pero no por ello menos pragmática. Hobbes reconoce que la igualdad de facultades entre los hombres, lejos de ser una fuente de armonía, es el origen de los conflictos más profundos. La competencia por recursos, la desconfianza mutua y el deseo de gloria hacen que la vida en el estado de naturaleza sea insostenible. Sin embargo, Hobbes también ofrece una solución en forma de un poder soberano que, aunque absoluto, es necesario para garantizar la paz y el orden en la sociedad.
Este análisis de la igualdad corporal y mental según Hobbes nos permite reflexionar sobre la fragilidad de las relaciones humanas en ausencia de un poder regulador, y nos invita a considerar cómo las estructuras políticas actuales responden, o no, a estas mismas dinámicas de poder y conflicto.
Bibliografía:
González Porta, M. A. "A Filosofía a partir de seus problemas" - Loyola, 2007.
Hobbes, T. "Leviatán" Cap XIII - Editora Nacional Madrid, 1979.
Wolff, J. "Filosofía Política: una introducción." Pág 25 a 35. Editorial Ariel, 2012.