Imágenes y Fantasías: Tus ideas son recuerdos mal copiados
David Hume, en su enfoque empirista, fundamenta su teoría sobre los contenidos mentales distinguiendo entre dos tipos de percepciones: impresiones e ideas. Estas categorías constituyen la base sobre la cual construye su concepción del conocimiento y la mente humana. Para Hume, las percepciones que experimentamos se dividen en impresiones, que son las más vivaces y fuertes, e ideas, que son copias debilitadas de aquellas.
Las impresiones se refieren a las percepciones inmediatas y vívidas que obtenemos a través de los sentidos o de nuestras emociones internas. Son experiencias sensoriales directas, como el dolor que sentimos al tocar un objeto caliente o el color rojo que percibimos en una manzana. Estas impresiones también abarcan emociones internas, como la tristeza que sentimos tras una pérdida o la alegría de un reencuentro. Hume clasifica las impresiones en dos grandes grupos: impresiones de sensación, aquellas que provienen directamente de los estímulos externos que interactúan con nuestros sentidos, e impresiones de reflexión, que son las sensaciones internas generadas por nuestras emociones y pasiones.
Por otro lado, las ideas son percepciones menos vívidas y son, según Hume, copias debilitadas de las impresiones. Cuando recordamos el dolor que sentimos al tocar una llama, o imaginamos el color rojo de una manzana sin tenerla delante, estamos experimentando ideas. A diferencia de las impresiones, las ideas no son experiencias inmediatas, sino representaciones mentales de impresiones que ya hemos experimentado. Este proceso de recordar o imaginar implica una versión atenuada de la vivacidad original de las impresiones.
Hume introduce un concepto fundamental: todas las ideas derivan de las impresiones. Esto significa que cualquier idea que tengamos originalmente proviene de una impresión sensorial o emocional. Por ejemplo, una persona que ha nacido ciega no puede formar una idea del color, ya que no ha experimentado la impresión sensorial correspondiente. Este ejemplo ilustra que las ideas dependen directamente de nuestras impresiones sensoriales: sin una experiencia inicial no puede haber una representación mental o idea asociada.
El filósofo también establece una distinción entre ideas simples y complejas. Las ideas simples son copias directas de impresiones individuales, como la idea del color rojo, que recordamos a partir de su impresión visual. En contraste, las ideas complejas son combinaciones de ideas simples, como la idea de una "montaña de oro", que une la idea de una montaña con la idea del oro. Esta capacidad de la mente para combinar impresiones y formar nuevas ideas complejas demuestra el poder de nuestra imaginación y la flexibilidad de nuestras percepciones mentales.
Pero Hume no se limita a describir las percepciones en la mente humana, sino que también explora cómo estas ideas se relacionan entre sí. La mente, sostiene, asocia ideas mediante tres principios fundamentales: semejanza, contigüidad en el tiempo y el espacio, y causalidad.
El principio de semejanza describe cómo la mente conecta ideas similares. Si observamos un retrato de una persona, automáticamente asociamos la imagen con la persona real a la que representa, basándonos en la similitud entre la representación y el sujeto. Esta semejanza crea una conexión mental que facilita el recuerdo o la evocación de ideas similares.
El segundo principio, la contigüidad en el tiempo y el espacio, se refiere a cómo la mente tiende a asociar ideas que ocurren juntas en estos dos parámetros. Si pensamos en una casa, podemos pensar automáticamente en el vecindario en el que está situada o en las personas que la habitan. Las ideas se relacionan porque están cercanas en tiempo o en espacio, lo que las hace más fácilmente accesibles en nuestra mente.
Por último, el principio de causalidad es uno de los más significativos en la teoría de Hume. Este principio explica cómo asociamos eventos que percibimos como causales, es decir, aquellos en los que un evento parece causar otro. Por ejemplo, al pensar en una herida, solemos asociar inmediatamente esa idea con la idea del dolor, debido a nuestra experiencia de que las heridas suelen generar dolor. Esta conexión causal no es una verdad lógica o innata, sino una construcción mental basada en nuestra observación repetida de la relación entre eventos.
En cuanto a la causalidad, Hume introduce una noción radical para su tiempo: la causalidad no está fundada en una conexión necesaria entre eventos, sino en la experiencia humana de observar la constante conjunción de ciertos eventos. En otras palabras, cuando vemos repetidamente que un evento precede a otro, formamos la expectativa de que este patrón se repetirá en el futuro. Sin embargo, para Hume, esta expectativa no tiene fundamento en una relación necesaria o intrínseca entre los eventos, sino que se basa únicamente en el hábito y la costumbre.
Para ilustrar esta idea, Hume emplea el ejemplo del amanecer. Sabemos que el sol ha salido todos los días de nuestra vida, por lo que esperamos que salga también mañana. No obstante, no existe una conexión lógica o necesaria que garantice que esto ocurra. Nuestra expectativa de que el sol saldrá mañana se basa únicamente en la repetición de esta secuencia en el pasado. Este hábito de observar una correlación constante entre dos eventos crea en nosotros la expectativa de que el primer evento siempre será seguido por el segundo, pero no podemos tener certeza absoluta de que esta correlación se mantendrá en el futuro.
Hume deja en claro que la causalidad es una construcción mental que surge de la experiencia acumulada, no una propiedad inherente de la realidad externa. Esta afirmación cuestiona uno de los supuestos más arraigados en la filosofía occidental: que el mundo opera bajo leyes necesarias y universales. En lugar de afirmar que la causa y el efecto están intrínsecamente vinculados, Hume sugiere que nuestra creencia en la causalidad es una cuestión de costumbre más que de certeza.
Como consecuencia de este enfoque, Hume desafía la idea de que podemos tener conocimiento absoluto sobre el futuro. Dado que nuestras expectativas sobre el futuro se basan únicamente en nuestra experiencia pasada, no podemos estar seguros de que los patrones que hemos observado hasta ahora se mantendrán. Esto introduce una duda sobre nuestra capacidad para prever el futuro con certeza, ya que no hay garantía de que el futuro será como el pasado. En este sentido, Hume relativiza la confianza que podemos tener en las leyes de la naturaleza, sugiriendo que lo que tomamos como causalidad es, en última instancia, una cuestión de hábito, no de certeza lógica.
El pensamiento de Hume en torno a la causalidad no solo tiene profundas implicaciones filosóficas, sino también prácticas. Al cuestionar la conexión necesaria entre causa y efecto, Hume nos invita a reconsiderar la forma en que construimos nuestro conocimiento del mundo. En su obra Tratado de la naturaleza humana (1739-1740), Hume deja claro que la causalidad no puede derivarse de la razón pura, sino únicamente de la experiencia empírica. Como seres humanos, estamos condicionados por nuestra experiencia, pero esta no nos proporciona una verdad absoluta sobre la realidad, sino solo una expectativa probabilística basada en la observación.
Hume nos presenta una visión del conocimiento basada en la experiencia, donde las impresiones y las ideas juegan un papel fundamental en la construcción de nuestras percepciones. La relación entre las ideas se fundamenta en principios de asociación mental que nos permiten organizar y entender el mundo. La causalidad, lejos de ser una verdad absoluta, se revela como una expectativa construida a partir de la observación constante, lo que desafía nuestra confianza en la previsibilidad del mundo y nos recuerda los límites del conocimiento humano.
Bibliografía:
- Hume, David (2001): "Tratado sobre la naturaleza humana". LIBROS EN LA RED Edición Electrónica: Diputación de Albacete - Servicio de Publicaciones - Gabinete Técnico www.dipualba.es/publicaciones
- San Felix, Vicente (2011): "El escepticismo humeano a propósito del mundo externo" ∆αι´µων. Revista Internacional de Filosofía, nº 52, 2011, 33-52 ISSN: 1130-0507