La enseñanza reflexiva: ¿un eslogan vacío o el nuevo mantra de los ineptos?

El confusionismo de lo reflexivo

La práctica docente ha estado marcada por la reflexión como un valor central en la formación de los educadores. Sin embargo, la proliferación del término "reflexión" ha llevado a una dilución de su significado, convirtiéndolo en un eslogan vacío de contenido. Esta problemática es analizada en profundidad por Donald Schön, quien propone la figura del docente como un profesional reflexivo. A pesar de la relevancia de esta idea, nos encontramos ante un laberinto de interpretaciones que han divergido a lo largo del tiempo. Así, surge la pregunta: ¿realmente hemos alcanzado una comprensión profunda de la reflexión en el ámbito educativo o simplemente hemos caído en un confusionismo que nubla su verdadero significado?

¿Reflexión como eslabón perdido?

La noción de "práctica reflexiva" ha sido adoptada en la literatura pedagógica con tal amplitud que se ha tornado común en diversas corrientes y enfoques, sin una convergencia clara. Como resultado, se ha creado una vasta literatura que, aunque utiliza el término "reflexión", se encuentra desprovista de un marco coherente que la sustente. Este fenómeno ha llevado a una situación paradójica: se habla de la reflexión en la práctica docente, pero la esencia de esta práctica se diluye en una serie de interpretaciones que no logran concretarse.

Diversos autores, como Zeichner (1993), han tratado de categorizar el campo de la reflexión pedagógica, identificando al menos cinco variantes de práctica reflexiva. Estas incluyen enfoques que van desde la reflexión académica centrada en la representación del conocimiento disciplinar hasta la reflexión social que busca promover la igualdad y la justicia en el contexto educativo. Sin embargo, la proliferación de estos enfoques también pone de relieve la falta de un hilo conductor que unifique y dé sentido a esta diversidad.

Entre lo individual y lo social

A partir de las contribuciones de Schön y Stenhouse, se puede distinguir un aspecto fundamental de la reflexión: no se trata únicamente de un pensamiento no rutinario. La reflexión implica la elaboración de comprensiones específicas sobre situaciones problemáticas en el proceso educativo. Este proceso reflexivo se puede descomponer en varias dimensiones: la deliberación sobre el sentido y valor educativo de las situaciones, la meditación sobre las finalidades, la ejecución de acciones coherentes con esas finalidades, y la valoración argumentada de procesos y consecuencias.

En este contexto, la perspectiva aristotélica de la reflexión se hace pertinente, ya que resalta la capacidad de deliberación moral sobre la enseñanza. No obstante, la idea de que la reflexión es una práctica individual ha llevado a que la responsabilidad de resolver los problemas educativos recaiga únicamente en los docentes. Esta visión limitante se encuentra en tensión con la propuesta de Smyth (1992), quien invita a cuestionar qué tipo de reflexiones se están promoviendo y cómo se relacionan con las dimensiones sociales, económicas y políticas de la práctica docente.

La contraposición entre las perspectivas de Schön, que tiende hacia un enfoque individualista, y la de Liston y Zeichner, que enfatizan el contexto social e institucional, pone de manifiesto la complejidad de la reflexión en la educación. No se trata de determinar cuál enfoque es el correcto, sino de encontrar un equilibrio que reconozca la interdependencia entre la práctica reflexiva del docente y el contexto en el que se desenvuelve.

¿Reflexión?

El uso del término "reflexión" ha permitido que se reconozcan habilidades en los docentes, pero sin necesariamente incrementar su capacidad de decisión e intervención. Este fenómeno puede entenderse como una forma de reafirmar la mentalidad técnica de la enseñanza, en la que el razonamiento técnico se presenta como pensamiento reflexivo. Sin embargo, esta reconfiguración del lenguaje puede ocultar la fría realidad de un enfoque pedagógico que no ha evolucionado en profundidad.

Por lo tanto, es fundamental preguntarnos: ¿cómo podemos redefinir la reflexión en el ámbito educativo para que no sea un mero lugar común? La respuesta puede residir en la búsqueda de un concepto de reflexión que trascienda la mera práctica individual, reconociendo la interconexión entre los docentes, sus estudiantes y el contexto social. La noción de "armonía", derivada del griego ἁρμονία, sugiere una concordancia que no excluye ni sustituye, sino que entrelaza las diversas dimensiones de la práctica reflexiva.

La verdadera reflexión educativa podría ser aquella que no solo considera el contexto inmediato del aula, sino que también incorpora una conciencia crítica sobre las implicaciones sociales y políticas de la práctica docente. De esta forma, la reflexión se convierte en un acto de deliberación moral que tiene en cuenta las dinámicas sociales en las que se inserta la educación.

¿Hay destino en la reflexión?

Al finalizar esta exploración, surge la necesidad de cuestionar nuestra comprensión de la reflexión en la educación. ¿Estamos realmente reflexionando de manera crítica sobre nuestras prácticas docentes? ¿O nos conformamos con una interpretación superficial que no desafía el statu quo? La invitación es a adentrarnos en una reflexión que no solo considere la técnica educativa, sino que también explore el ámbito ético y social.

En el espíritu de Heráclito, ¿cómo podemos entender la naturaleza cambiante de la educación en un mundo en constante transformación? ¿Es la educación un río que fluye, o es un lago estático? ¿Qué papel juega el docente en esta dinámica y cómo podemos encontrar un equilibrio entre lo individual y lo social en nuestra práctica reflexiva?

Además, es imperativo que la sociedad reconozca y valore el rol del docente no solo como un símbolo, sino como un pilar fundamental para la mejora colectiva. La educación no es una responsabilidad aislada; es un esfuerzo compartido que requiere el compromiso de todos. Necesitamos un entorno donde los educadores no sean vistos simplemente como transmisores de conocimiento, sino como agentes de cambio, contribuyendo a la construcción de una sociedad más justa y equitativa.

El verdadero desafío radica en la capacidad de ver más allá de lo inmediato, de adentrarse en las profundidades de la reflexión y de hacer de esta un motor de cambio en el ámbito educativo. La reflexión no debe ser un eslogan, sino un proceso vital que nutre y transforma nuestras prácticas, nuestras relaciones y, en última instancia, nuestra sociedad. La educación que merecen nuestros gurises no es solo una cuestión de contenidos, sino de valores y de conciencia social. Solo juntos, como sociedad, podremos construir un futuro donde cada gurí tenga acceso a la educación de calidad que se merece. ¿Estamos dispuestos a asumir esta responsabilidad colectiva?

Bibliografía:

- Schön, D. A. El profesional reflexivo: Cómo piensan los profesionales en acción1983.

- Smyth, J. El trabajo de los docentes y la política de la reflexión1992.

- Stenhouse, L. Una introducción a la investigación y desarrollo del currículo1975.

- Zeichner, K. & Tabachnick, R. Reflexión en la formación docente: El desafío de la pedagogía transformadora1991.