La Fe y la Razón ¿romance tóxico?

Vidriera de Anselmo en la Catedral de Canterbury
Vidriera de Anselmo en la Catedral de Canterbury

Introducción:

Anselmo, nacido en 1033 en la región del Piamonte, y fallecido en Canterbury en 1109, dedicó su vida al estudio y la meditación en la abadía de Bec. Durante su tiempo allí, redactó algunas de sus obras más influyentes como Sobre la Verdad, Proslogion y Monologion. Posteriormente, se convirtió en arzobispo de Canterbury, cargo que ocupó hasta su muerte.

Interesado tanto en la teología como en la dialéctica, Anselmo adoptó una postura equilibrada respecto al uso de la razón en el ámbito teológico. Se posicionó entre los que rechazaban por completo el uso de la dialéctica, como Pedro Damiano, y aquellos que la promovían de manera radical, como Berengario de Tours o Roscelino de Compiègne.

Durante su vida, Anselmo también se vio envuelto en la controversia de las investiduras, conflicto que enfrentaba al poder real inglés (con los reinados de Guillermo I y II) y el Papado.

Anselmo fue arrastrado fuera de su cama para convertirse en arzobispo
Anselmo fue arrastrado fuera de su cama para convertirse en arzobispo

Entre sus textos más relevantes, Monologio y Proslogio abordan los atributos de Dios y buscan fundamentar la existencia divina de manera racional. En Monologio, Anselmo recurre a la noción de participación y gradación ontológica para argumentar, desde distintas perspectivas, la existencia de un Ser Supremo como causa de todo lo existente. Por otro lado, en Proslogio, a instancias de sus compañeros en Bec, trata de formular un único argumento racional que demuestre la existencia de Dios. En este caso, no parte de lo que existe en la realidad, sino de la idea de Dios presente en el entendimiento humano, desarrollando un argumento lógico-ontológico que, sin embargo, no debe confundirse con el ontológico tal como lo conceptualizó Kant posteriormente.

San Anselmo, uno de los más influyentes pensadores de la Edad Media, se propone, a través de su obra Monologium, la tarea de unir la fe con la razón. Su intención es demostrar que las verdades reveladas pueden ser respaldadas por argumentos lógicos, lo que establece un puente entre el ámbito de la fe y el de la razón. Este esfuerzo refleja una profunda preocupación por la necesidad de que la fe esté iluminada por la razón, evitando así el riesgo de una fe ciega e ignorante.

San Anselmo de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033 - Canterbury, 21 de abril de 1109)
San Anselmo de Canterbury O.S.B. (Aosta, 1033 - Canterbury, 21 de abril de 1109)

La búsqueda de la certeza necesaria

Anselmo establece que hay dos formas en que una conclusión puede ser considerada verdadera. La primera se basa en principios evidentes para la razón humana, donde se emplean deducciones lógicas a partir de premisas que son aceptadas como verdaderas. Sin embargo, el autor aclara que, aunque esta conclusión sea verdadera, no necesariamente debe ser considerada como tal. Para Anselmo, lo que realmente busca es una certeza necesaria, una verdad que no solo sea cierta, sino que se derive de principios inamovibles. Esta verdad necesaria, según Anselmo, se encuentra en las Sagradas Escrituras, lo que implica que la revelación divina es fundamental para alcanzar un conocimiento absoluto.

La limitación de la razón humana

El filósofo sostiene que la razón humana, aunque poderosa, tiene sus límites, especialmente en lo que respecta a la comprensión de Dios. Reconoce que existen verdades que trascienden nuestra capacidad de entendimiento. La verdad necesaria, que emana de las Escrituras, se complementa con los principios evidentes de la razón humana. De este modo, Anselmo presenta una visión en la que la fe y la razón no solo son compatibles, sino que se enriquecen mutuamente.

La prueba de la bondad

En el capítulo I del Monologium, Anselmo propone dos pruebas. La primera se centra en juzgar los entes que nos rodean, estableciendo un criterio a través del cual se evalúa la bondad de las cosas. Aquí, introduce la noción de que las cosas pueden ser más o menos buenas en relación con un modelo supremo de bondad. Esta comparación implica que el criterio de lo que se considera bueno no reside en la cosa en sí, sino en algo superior que sirve como un arquetipo. Este enfoque refleja una influencia del platonismo, donde las ideas son fundamentales para entender la realidad.

Anselmo utiliza ejemplos concretos, como el del caballo y el ladrón, para ilustrar que la bondad no puede ser reducida a la mera utilidad. Lo útil se considera bueno solo en la medida en que participa de la idea de bien supremo. En este sentido, Dios se presenta como el modelo de bondad que permite realizar juicios éticos y morales.

La existencia de un causante único

En su segunda prueba, Anselmo cambia el enfoque de juzgar los entes a ofrecer una explicación única sobre la causa de la existencia de las cosas. El bien supremo, según su concepción, es algo que existe por sí mismo, algo absoluto y excelentemente grande. Para evitar caer en una cadena de causas, Anselmo se apoya en una lógica binaria que le permite refutar la no existencia de Dios.

Al plantear la hipótesis de que "Dios no existe" (No A), Anselmo examina las implicaciones de tal afirmación. A través de una argumentación dialógica, demuestra que la negación de la existencia de Dios conduce a absurdos lógicos. Inspirándose en Parménides, quien afirmaba que "de la nada, nada nace", Anselmo sostiene que es imposible que todo lo que existe surja de la nada. La ausencia de una causa es impensable; por lo tanto, debe existir algo que cause la totalidad de lo existente.

La singularidad de la causa

Anselmo también se enfrenta a la pregunta de si cada entidad existente tiene una única causa o múltiples causas. Afirma que debe haber una causa singular y utiliza el ejemplo de la Trinidad divina para ilustrar su punto. Aunque la Trinidad comprende tres personas, Anselmo argumenta que debe haber una causa común que las unifique. Esto implica que, a pesar de la diversidad, el principio causante debe ser uno, de lo contrario, se incurriría nuevamente en el absurdo.

Aunque Anselmo no logra demostrar la existencia de Dios de manera concluyente, su razonamiento muestra cómo, a través de la lógica, se puede llegar a la fe. Este ejercicio de pensar como sus detractores, como el insensato, le permite desestimar la idea de que Dios no existe, fortaleciendo así su propia creencia. Sin embargo, este proceso revela también la tensión entre razón y fe, pues la razón parece ser, en muchos aspectos, un medio para justificar lo que ya se cree.

El argumento ontológico de Anselmo

En su obra Proslogion, Anselmo presenta lo que considera un argumento único para demostrar la existencia de Dios. Este argumento se basa en la idea de que todos, creyentes y no creyentes, comprenden la noción de Dios. Definido como "aquello mayor a lo que nada puede ser pensado", este concepto da pie a una reflexión más profunda sobre la relación entre pensamiento y realidad.

El salto del plano mental al ontológico

Anselmo hace un esfuerzo por conectar el ámbito mental con el ontológico. Inicia su argumentación a partir de una idea que está presente en la mente de todos, lo que establece un punto de partida común. Desde esta base, sostiene que la idea de Dios, por ser la más grande que se puede concebir, debe existir no solo en la mente, sino también en la realidad. Si Dios existiera solo en la mente, entonces se podría concebir algo mayor que él, lo cual contradiría su propia definición.

Este movimiento implica una complejidad notable. Anselmo introduce el lenguaje como un medio crucial para expresar este salto. Al hablar de enunciados, se refiere a la verdad formal, que se ajusta a la estructura lógica del lenguaje, y a la verdad ontológica, que se relaciona con la realidad extramental. En este sentido, la afirmación "Dios existe" no solo es un enunciado formalmente correcto, sino que también debe corresponder a la realidad para ser verdadero en un sentido más profundo.

La analogía del artista

Para ilustrar su argumento, Anselmo utiliza la analogía del artista y su obra. La idea de la obra de arte existe primero en la mente del artista antes de ser plasmada en la realidad. De este modo, establece una relación entre la idea y su realización. Sin embargo, si la idea de Dios es la más grande, debe existir en la realidad. Este razonamiento culmina en la afirmación de que la existencia en la realidad es más digna que la existencia únicamente en el pensamiento.

Gaunilo o Gaunillon fue un monje benedictino de la abadía de Marmoutier en Tours, Francia. Es mejor conocido por su crítica contemporánea del argumento ontológico de la existencia de Dios que apareció en el Proslogion de San Anselmo (994-1083)
Gaunilo o Gaunillon fue un monje benedictino de la abadía de Marmoutier en Tours, Francia. Es mejor conocido por su crítica contemporánea del argumento ontológico de la existencia de Dios que apareció en el Proslogion de San Anselmo (994-1083)

Objeciones de Gaunilo

A pesar de la brillantez del argumento de Anselmo, su contemporáneo Gaunilo ofrece críticas relevantes. La primera de sus objeciones se centra en la idea de que el simple hecho de que algo exista en la mente no garantiza su existencia en la realidad. Gaunilo utiliza ejemplos de seres ficticios, como el unicornio, para ilustrar su punto. Al igual que la idea de Dios, el unicornio puede ser concebido mentalmente, pero esto no implica que realmente exista en el mundo.

La cuestión de la evidencia

La segunda crítica de Gaunilo se refiere a la falta de evidencia común sobre la idea de Dios. Él sostiene que no todos pueden tener la misma comprensión de lo que Anselmo define como Dios. Si se requiere una prueba, eso indica que la existencia de Dios no es evidente. Además, argumenta que Dios, al ser un concepto tan elevado y desconocido, escapa a cualquier comparación con otras entidades.

Las objeciones

Estas críticas de Gaunilo nos llevan a cuestionar la naturaleza de los argumentos ontológicos. Si bien Anselmo ofrece una visión convincente sobre la relación entre pensamiento y existencia, las objeciones planteadas invitan a una reflexión más crítica sobre la validez de tales razonamientos. Es evidente que, en el contexto medieval, la filosofía se veía influenciada por creencias dogmáticas, lo que a veces limitaba la libertad del pensamiento.

Conclusiones

La obra de Anselmo, tanto en el Monologium como en el Proslogion, refleja un esfuerzo por reconciliar la fe con la razón. Su búsqueda de una certeza necesaria, basada en principios revelados y evidentes, pone de manifiesto la importancia de la razón como herramienta para comprender la fe. A través de sus argumentos, Anselmo establece un modelo en el que la razón ilumina la fe, aunque también se enfrenta a críticas que ponen en duda la solidez de su razonamiento.

Las objeciones de Gaunilo destacan la complejidad de la relación entre pensamiento y realidad, y subrayan la necesidad de seguir explorando estos conceptos en el contexto de la teología. A medida que avanzamos en nuestro entendimiento filosófico, es crucial mantener un diálogo abierto y crítico, que nos permita seguir cuestionando y buscando respuestas y nuevas preguntas, tanto dentro como fuera de los límites de un dogma en particular.

Bibliografía:

- Anscombe, G E M. Por qué la prueba de Anselmo en el Proslogion no es un argumento ontológico.

- Anselmo de Canterbury. Monologion. Carta al arzobispo Lanfranco; Prólogo; Capítulo 1; Capítulo 3. 

- Anselmo de Canterbury. De Veritate (Sobre la Verdad). Capítulo 2. Ediciones Folio, 2002.

- Anselmo de Canterbury. Proslogion. Proemio; Capítulos 1 al 4. Editorial Tecnos, 1998.

- Canals Vidal, F. Historia de la Filosofía Medieval. Capítulo Formación de la Escolástica. Editorial Herder, 1992.

- Gaunilo de Marmoutier. Defensa en favor del insensato. Es una crítica al argumento del Proslogion.

- Marías, Julián. San Anselmo y el Insensato y Otros Estudios de Filosofía. Revista de Occidente, 1944.