Risas y responsabilidades: ¿de lo que se ríe no se habla?

Entre la tragedia y la comedia

La filosofía ha estudiado durante toda su historia la existencia, la ética y la verdad, pero también ha encontrado en el humor un tema digno de reflexión. ¿Qué papel juega el humor en nuestra vida social? ¿De qué nos reímos y qué implicaciones tiene esa risa? La risa, aunque parece un acto cotidiano, encierra complejidades profundas que han sido objeto de estudio filosófico desde la Antigüedad. En particular, el teatro griego, con su dualidad entre tragedia y comedia, ofrece una ventana privilegiada para analizar la función del humor en la sociedad, un aspecto que continúa resonando en el trabajo de humoristas contemporáneos como Les Luthiers.

El humor tiene una función social que trasciende la mera diversión. Tal como señaló Henri Bergson en su ensayo Le rire, la risa es un fenómeno eminentemente social. Bergson afirma que "la risa es un gesto social que castiga la mecanización de la vida" y subraya su capacidad correctiva dentro del tejido social. En este sentido, la risa no solo es entretenimiento; es una forma de mantener el orden y las costumbres, promoviendo la flexibilidad y adaptación necesarias para la convivencia.

Esta idea puede ser trazada hasta el teatro griego, donde la comedia servía para cuestionar y satirizar la política y las costumbres de la época. Mientras que la tragedia presentaba los dilemas más profundos del ser humano, tales como el destino y la justicia, la comedia adoptaba un enfoque humorístico que desenmascaraba las incoherencias y ridiculizaba a figuras poderosas. Sin embargo, tanto la tragedia como la comedia apuntan hacia un mismo fin: permitir que la sociedad reflexione sobre sus valores y estructuras. La catarsis de la tragedia y la risa de la comedia eran, en última instancia, herramientas para la introspección colectiva.

¿De qué nos reímos?

Bergson, al igual que los autores de la comedia griega como Aristófanes, reconoció que nos reímos cuando observamos algo incongruente, cuando lo rígido o mecánico se enfrenta a lo vital y humano. Aristófanes, por ejemplo, en su obra Las nubes, se burla de Sócrates y de los sofistas, señalando los aspectos más absurdos de su manera de filosofar. La incongruencia entre el conocimiento profundo y la vida cotidiana se convierte en un espacio fértil para el humor. Nos reímos porque percibimos una disonancia entre lo que se espera y lo que ocurre.

Sin embargo, no todo lo que es incongruente nos hace reír de manera pública. ¿Existen chistes que no pueden hacerse en ciertos espacios? La risa, aunque es un acto libre, también está condicionada por normas sociales y morales. El filósofo contemporáneo Slavoj Žižek sostiene que el humor revela los límites de lo decible en una sociedad. Hay chistes que solo se pueden contar en privado porque en el espacio público podrían ser considerados ofensivos o políticamente incorrectos. Así, la risa puede estar limitada por códigos morales que dictan qué es adecuado compartir y qué no.

Humor privado y humor público

La risa se convierte en un acto político. El humor que se permite en público está condicionado por las reglas sociales de cada contexto. Lo que en un grupo cerrado genera carcajadas, en el escenario público puede ser reprobado. Aquí surge la cuestión ética: ¿es lícito hacer humor sobre ciertos temas sensibles? El filósofo alemán Immanuel Kant podría argumentar que el humor debe respetar las normas morales universales. Desde esta perspectiva, no deberíamos reírnos a costa de la dignidad de otras personas o grupos.

No obstante, otros pensadores como Friedrich Nietzsche verían en el humor una herramienta liberadora, capaz de cuestionar las estructuras rígidas y promover una visión más abierta de la realidad. Nietzsche, en su Así habló Zaratustra, celebra la risa como un acto de superación del hombre sobre sí mismo, como un gesto que desafía lo establecido. Para Nietzsche, la risa tiene un poder transformador que libera al individuo de las cadenas de la moral convencional.

¿Hay responsabilidad en el humor?

En este punto surge la cuestión crucial: ¿cuál es la responsabilidad del que hace humor? Desde una perspectiva filosófica, el humorista tiene el poder de cuestionar la realidad, pero también tiene una responsabilidad ética sobre el impacto de sus palabras. Los griegos lo comprendieron claramente. Aristófanes usó la sátira para criticar a figuras públicas, pero también lo hizo de manera que mantuviera una cierta cohesión social, no buscando la destrucción del otro, sino la reflexión crítica.

Les Luthiers, en un contexto contemporáneo, han seguido este mismo camino. Su humor es ingenioso, culto y sutil, evitando la vulgaridad o el ataque directo. A través de la música y el humor, ofrecen una crítica social que no incomoda, pero que incita a la reflexión. Su estilo, que combina parodias musicales con una profunda erudición, permite abordar temas políticos y sociales sin caer en la ofensa. En este sentido, Les Luthiers son un ejemplo moderno de cómo el humor puede cumplir una función correctiva sin ser destructivo.

Pero, ¿qué ocurre cuando el humor se convierte en ofensivo o dañino? Aquí entramos en el debate sobre los límites del humor. Si bien la risa puede ser un medio para la crítica social, también puede convertirse en una herramienta de opresión cuando se utiliza para denigrar a ciertos grupos o individuos. Desde la perspectiva de la ética kantiana, un humor que ataca la dignidad humana es moralmente inaceptable. El humorista, entonces, debe considerar las implicaciones de sus palabras y el posible daño que pueden causar.

¿Quién se atreve a reír?

El humor, desde la antigüedad hasta nuestros días, se erige como una herramienta poderosa para la introspección social. Tanto la tragedia como la comedia del teatro griego revelan que el arte de la representación no solo busca entretener, sino también incitar a la audiencia a reflexionar sobre su propia condición. Nos reímos de lo absurdo y de lo incongruente, pero también buscamos ese alivio necesario en medio de las complejidades de la vida cotidiana. Cuando se utiliza sabiamente, el humor tiene el potencial de corregir comportamientos, promover la flexibilidad social y cuestionar las estructuras de poder.

No obstante, la responsabilidad del humorista no debe tomarse a la ligera. Si bien el humor puede liberar, también puede herir. El delicado equilibrio entre lo que se puede decir en espacios públicos y lo que debe permanecer en la intimidad requiere una reflexión profunda sobre los límites éticos de la risa. En palabras de Nietzsche, "uno debe tener caos en uno mismo para dar a luz una estrella danzante". Quizás el humor, con su dualidad creativa y destructiva, sea esa estrella que ilumina tanto nuestras virtudes como nuestros defectos, recordándonos que todos estamos atrapados en la comedia de la existencia.

Este aforismo nietzscheano nos invita a considerar no solo el poder del humor para liberar y desafiar, sino también su potencial para herir. En un mundo donde la risa puede ser tanto un refugio como un arma, ¿hasta dónde estamos dispuestos a explorar las fronteras de nuestro propio humor? Al reflexionar sobre esta dualidad, quizás nos encontremos en un lugar donde la risa y la responsabilidad se entrelazan, abriendo un espacio para el diálogo sobre las complejidades de ser humanos. ¿Podemos reírnos con libertad si no lo hacemos con responsabilidad?

Bibliografía:

- Aristófanes. (423 a.C.). Las nubes. Atenas: Representación original en la Antigua Grecia. Universidad de Buenos Aires. 2008.

- Bergson, H. La risa: Ensayo sobre la significación del cómico. Editorial Sarpe, 1982.

- Kant, I. (1788). Crítica de la razón práctica. Traducción de J. Rovira Armengol. Editorial La Página, 2003.

- Nietzsche, F. (1883). Así habló Zaratustra. Traducción de F. Morán. Editores Mexicanos Unidos.1992.

- Žižek, S. Cómo leer a Lacan. Traducción Fermín Rodríguez. Editorial Paidos, 2008.

- Les Luthiers. Algunos videos de sus obras.