Tecnología: ¿es el arte de crear herramientas que nos hacen inútiles?
La Historia de la Tecnología: una perspectiva filosófica desde América Latina
La historia de la tecnología es, sin duda, una de las más profundas y significativas dentro del desarrollo de la civilización. Desde las primeras herramientas de piedra hasta los más avanzados dispositivos digitales, la tecnología ha sido tanto una manifestación del ingenio humano como un factor determinante en la transformación del entorno social, económico y cultural. El término "tecnología", derivado del griego "téchnē" (arte u oficio) y "logía" (lógos, palabra o discurso), se refiere al conjunto de conocimientos y técnicas que permiten aplicar el conocimiento científico con fines prácticos. Este concepto ha evolucionado considerablemente desde la Antigua Grecia hasta la contemporaneidad, como lo muestra la definición actual de la Real Academia Española (RAE), que resalta su carácter instrumental y teórico.
En el contexto de América Latina, la adopción y reinterpretación de la tecnología occidental ha sido un proceso complejo, en el cual los conocimientos europeos han sido filtrados y reconfigurados por las condiciones sociales y políticas propias de la región. Este proceso no solo ha generado avances, sino también desafíos, especialmente en cuanto a la democratización del acceso tecnológico y la reflexión crítica sobre sus implicancias éticas y culturales.
Tecnología como manifestación del conocimiento y arte
La relación entre tecnología y conocimiento se remonta a la Antigua Grecia. Tanto Platón como Aristóteles abordaron la distinción entre el conocimiento teórico y el conocimiento práctico, dando un lugar destacado a la "téchnē" como una forma legítima de conocimiento que permite transformar el mundo. Aristóteles, en particular, sostenía que la téchnē, lejos de ser un saber inferior, era fundamental para la supervivencia y la mejora de la vida humana. Esta idea ha sido retomada y elaborada por filósofos posteriores, como Martin Heidegger, quien enfatiza que la tecnología no es meramente un conjunto de herramientas, sino una forma de desvelamiento del mundo. Heidegger señala que la tecnología tiene la capacidad de modificar nuestra percepción de la realidad y nuestra interacción con ella, siendo, por tanto, una mediación fundamental en la comprensión del ser.
La influencia de la tecnología en la configuración del mundo material y social ha sido igualmente analizada por filósofos contemporáneos. Lewis Mumford, por ejemplo, reflexionó sobre cómo las primeras civilizaciones desarrollaron tecnologías simples que luego evolucionaron hacia sistemas tecnológicos más complejos, creando lo que él denominaba "mega-máquinas". Estos avances no solo transformaron los modos de producción, sino que también alteraron las estructuras sociales, contribuyendo a la centralización del poder.
La tecnología como lenguaje y cultura
En un mundo globalizado, la tecnología ha dejado de ser un mero artefacto funcional para convertirse en un componente central de la cultura humana. El lenguaje tecnológico, en particular, ha jugado un rol crucial en esta transformación. Tal como señala la RAE, la tecnología es tanto un conjunto de teorías como de técnicas, lo que implica que la apropiación del lenguaje técnico es fundamental para dominarla. Este lenguaje, sin embargo, no es neutro: actúa como un filtro que delimita el acceso al conocimiento y crea jerarquías entre quienes pueden acceder a la tecnología y quienes quedan excluidos.
La tecnología, en este sentido, puede ser vista como un instrumento de poder que tiene el potencial tanto de democratizar el acceso al conocimiento como de reproducir desigualdades. En América Latina, esta realidad se manifiesta de forma evidente. Si bien la región ha sido capaz de adoptar tecnologías avanzadas, la distribución desigual de los recursos ha generado una brecha tecnológica que refleja las profundas desigualdades sociales. Los sectores más marginados enfrentan una exclusión que no es solo económica, sino también cultural, al no tener acceso al lenguaje técnico que les permitiría aprovechar los beneficios de la tecnología moderna.
Tecnología, Industria y Sociedad
Desde la Revolución Industrial, la tecnología ha estado intrínsecamente ligada a los procesos productivos, transformando no solo las industrias, sino también las dinámicas sociales. La RAE destaca cómo la tecnología ha sido un motor de progreso, permitiendo el avance de sectores como la agricultura, la medicina y las telecomunicaciones. Sin embargo, este progreso no ha sido equitativo ni universal. En América Latina, la adopción de tecnologías industriales ha producido tanto efectos positivos, como el incremento de la productividad, como negativos, en la forma de dependencia tecnológica y marginación de ciertos sectores de la población.
La pregunta que surge es: ¿la tecnología realmente democratiza nuestras sociedades o simplemente acentúa las desigualdades preexistentes? Si bien es innegable que los avances tecnológicos han facilitado el acceso a la información, también es cierto que han creado nuevas formas de exclusión. Quienes no tienen los recursos o la capacitación necesarios para adaptarse a las tecnologías emergentes se encuentran en una situación de desventaja, perpetuando así las brechas económicas y sociales.
Ética y Tecnología: un desafío contemporáneo
Uno de los debates más relevantes en la filosofía de la tecnología es el de su dimensión ética. La tecnología, como cualquier otra herramienta, no es intrínsecamente buena o mala. Su impacto depende del uso que se le dé. Karl Marx, por ejemplo, criticó el uso de las maquinarias industriales en el siglo XIX, señalando cómo estas servían para explotar a los trabajadores en lugar de mejorar sus condiciones de vida. En la actualidad, este dilema ético sigue vigente. Tecnologías como la inteligencia artificial, la biotecnología y la automatización de procesos plantean preguntas cruciales sobre los límites de su uso: ¿deberían ser utilizadas para maximizar el bienestar humano o simplemente para generar ganancias económicas?
Desde América Latina, esta reflexión adquiere un matiz particular. La región enfrenta no solo los retos propios de la modernización tecnológica, sino también la necesidad de integrar estos avances de manera ética y justa, considerando las particularidades culturales y sociales de cada país. La tecnología, entonces, debe ser evaluada no solo desde una perspectiva funcional, sino también desde una ética social que considere su impacto en los sectores más vulnerables.
Una reflexión desde América Latina
La historia de la tecnología es también la historia de la humanidad. Sin embargo, es crucial reconocer que su desarrollo no ha sido homogéneo ni sus efectos han sido los mismos en todas partes. En América Latina, la tecnología ha sido recibida, reinterpretada y adaptada a las condiciones locales, lo que ha generado tanto avances como desafíos. La adopción de tecnologías occidentales no ha sido un proceso neutral, y las asimetrías económicas y culturales han condicionado sus efectos.
Es necesario, por tanto, que desde América Latina se desarrolle una reflexión crítica sobre la tecnología que considere no solo sus beneficios, sino también sus riesgos. La filosofía de la tecnología nos invita a cuestionar su papel en nuestras sociedades y a buscar formas de integrarla de manera más justa y equitativa.
Bibliografía:
- Ellul, J. El sistema tecnocrático: La imposición de la técnica sobre el ser humano. Editorial Monte Ávila. 1988
- Feenberg, A. Entre la razón y la experiencia: Ensayos sobre tecnología y modernidad. Siglo XXI Editores. 2006
- Heidegger, M. Filosofía, Ciencia y Técnica. - Capítulo: La pregunta por la técnica. Editorial Universitaria. 1997.
- Mumford, L. Técnica y civilización. Editorial Alianza. 2011
- Ortega y Gasset, J. Meditación de la técnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofía. Alianza Editorial. 2004.